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Gobierno vs. Ferrovial, una ecuación desigual

Gobierno vs. Ferrovial, una ecuación desigual

Fernando González Urbanega | A menudo, el gobierno no se enfrenta directamente con una decisión comercial que toma un organismo colectivo responsable. Y cuando eso sucede, no es frecuente que el gobierno termine. La relación del poder político con cualquier empresa, cualquiera que sea su tamaño, suele ser desigual, a favor del poder ejecutivo. Los emprendedores evitan la confrontación porque aunque logren sus objetivos, siempre pierden en el camino.

En los últimos días hemos sido testigos del desenlace de dos enfrentamientos en dos países completamente diferentes (México y España) con dos multinacionales españolas.

En México, el enfrentamiento entre su jefe (Andrés Manuel López Obregón, AMLO) y la empresa española Iberdrola es un hecho conocido con muchos escenarios de tensión. AMLO no rehuyó las críticas abiertas a Iberdrola (y otras multinacionales españolas fundadas en México) para finalmente llegar a un acuerdo que pareció satisfacer a ambas partes. El mexicano sostiene que ha nacionalizado la electricidad para bajar los precios a los consumidores (está por ver si eso sucederá) y que los directivos de Iberdrola se contentan cautelosamente con un acuerdo que los libre de demandas y les permita salir de un mercado incómodo, todo con la venta en la que reciben una plusvalía, en espera de conocer las revisiones finales. Iberdrola puede explicar a sus accionistas y analistas que está cumpliendo sus objetivos de rotación de activos y descarbonización sin costes tangibles. Todos contentos, con una última consideración: invertir en países con tendencias autoritarias y falta de confianza en el mercado termina con facturas inciertas a pagar.

El caso de Ferrovial en España no tiene nada que ver con lo ocurrido con Iberdrola en México, pero sí tiene algunas similitudes. Una decisión empresarial va en contra de un gobierno que se siente desairado y criticado. Y el gobierno, bajo la autorización directa de su presidente, está reaccionando con una sobrerreacción sin precedentes. El presidente se lo ha tomado como un ajuste y una crítica en su totalidad y no se detiene a la hora de advertir a la administración de Ferrovial que pagarán por el desacato, y que les pueden pasar cosas malas, por ejemplo, retirar los beneficios fiscales a que tienen derecho a menos que molesten a las autoridades.

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Enfrentar un gobierno, incluso un gobierno democrático y controlado, con una corporación no siempre es deseable, especialmente para el propietario de un negocio. La relación es desigual, el poder está del lado de la política, y los políticos que tienen poco que perder en la lucha. Pronto sabremos si la presión del gobierno, que se ha vuelto intensa y descarada, es suficiente para imponer sus normas y dictar la mejor decisión a la empresa y sus accionistas. Pase lo que pase en la junta general del jueves, habrá escenarios posteriores en los que la empresa sentirá el poderoso soplo del poder, esgrimido con mano de hierro y poco autocontrol.

Iberdrola se va de México con una sensación de alivio, especialmente dadas las oportunidades en Estados Unidos, que está más decidido que otros a invertir en energías renovables. Ferrovial ha estado fuera de España durante años y es poco probable que cierre la brecha por razones bastante obvias. Lo más sorprendente de esta historia es que políticos sin experiencia en el campo de la gestión industrial y comercial reformen un ayuntamiento como el de Ferrovial, que, si acaso, puede presumir de su profesionalidad.