Los franceses lo llaman «cohabitación». Cuando su país celebre elecciones parlamentarias dentro de unas semanas, los votantes en Francia podrían entregar el control de la Asamblea Nacional a los opositores del presidente Emmanuel Macron. Un gobierno dividido -un presidente de un partido y un primer ministro de otro- es raro en Francia. Si eso sucede, la nación europea podría buscar fomentar un nuevo modelo: en Sudáfrica.
El viernes pasado, Sudáfrica vio su primer gobierno de coalición en tres décadas después de que los votantes utilizaron las elecciones de mayo para privar al alguna vez dominante Congreso Nacional Africano de su mayoría de larga data. El nuevo gobierno –un equipo de contendientes entre el ANC y otros dos partidos– muestra cómo los rivales pueden forjar unidad y confianza a través del respeto compartido por las preferencias de los votantes en ciertos temas.
“La política en la que el ganador se lo lleva todo amenaza con profundizar la polarización y socavar la cohesión nacional”, escribió Mary Noelle Nwokolo, investigadora de la Fundación Brenthurst en Johannesburgo. “Las lecciones de las elecciones de mayo de 2024 en Sudáfrica son claras: la madurez de la democracia depende de la participación activa de votantes informados, la integridad del proceso electoral y la voluntad de los líderes políticos de cooperar por el bien común”.
Estos componentes de la democracia son difíciles de obtener en el sur de África. Durante el último medio siglo, los movimientos políticos que derrocaron gobiernos extranjeros o minoritarios en la región se han aferrado al poder mediante el clientelismo y el fraude electoral. Ahora esta tendencia se ha roto en Sudáfrica, no por conflictos o manifestaciones masivas, sino por la humildad y la negativa a ridiculizar.
En otras partes de África, la corrupción, el desempleo y el deterioro de los servicios han erosionado la confianza en la democracia, especialmente entre los jóvenes africanos. Sin embargo, en Sudáfrica, los ciudadanos de entre 20 y 29 años representaron hasta el 77% de los nuevos registros de votantes. Sus voces trajeron cambios.
En las elecciones del mes pasado, el gobernante Congreso Nacional Africano no logró obtener el 50% de los votos por primera vez desde el fin del gobierno exclusivamente blanco en 1994. El partido optó por no asociarse con partidos alimentados por el resentimiento racial o aquellos contaminados. por la política política. Corrupción masiva. En cambio, se ha asociado con su principal rival, la históricamente blanca Alianza Democrática, que aboga por lograr la igualdad a través de la economía de libre mercado.
Lo que comparten los partidos de la coalición, como afirmaron sus líderes en el marco de gobernanza compartida, es el reconocimiento de que “el pueblo de Sudáfrica espera que trabajemos juntos… en una nueva era de paz, justicia y prosperidad para todos”.
La historiadora Doris Kearns Goodwin observó una vez que en raros períodos de la vida de una nación “se produce una transformación tan marcada que parece haber una caída de átomos y comienza a surgir un país cambiado”. Si la coalición se apega a las reformas, es posible que los sudafricanos hayan llegado a este momento con una renovación de los valores democráticos liderados por los ciudadanos.
Esto proporciona un ejemplo tranquilizador para otros países que están considerando nuevos acuerdos para compartir el poder, como es el caso de Francia. Como observó el politólogo francés Alain Garrigou: “A pesar de la naturaleza conflictiva de la coexistencia, el principal temor de la imposibilidad de gobernar no se ha hecho realidad”.
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