Antes del Examen Periódico Universal (EPU) de China en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en enero de 2024, la Campaña Internacional por el Tíbet y la Federación Internacional de Derechos Humanos presentaron conjuntamente un informe completo que detalla las graves violaciones de derechos humanos en el Tíbet el 18 de julio. El informe destaca patrones sistemáticos y generalizados de violaciones de derechos que ponen en peligro las características fundamentales de la identidad y la cultura tibetanas.
El esquema describe un conjunto de recomendaciones que los gobiernos deberían plantear al gobierno chino durante el cuarto ciclo del EPU. Estas recomendaciones se centran en abordar las políticas de China hacia el Tíbet, que han erosionado la cultura tibetana y los derechos asociados, poniendo en grave peligro la auténtica forma de vida tibetana autodeterminada.
Se destacan tres aspectos particularmente atroces del informe, que apuntan a un giro hacia un régimen más represivo y destructivo. El informe destaca el tema de los “internados en escuelas” donde los niños tibetanos son separados de sus familias y colocados en escuelas que enseñan exclusivamente chino Han. Esta política somete a los estudiantes, de 4 a 18 años y potencialmente hasta 1 millón de niños, a un constante adoctrinamiento político. Cuando el mandarín se convierte en su idioma dominante, estos niños pierden la capacidad de leer y escribir en tibetano, lo que provoca una profunda desconexión de su identidad cultural. El informe indica que esto es parte de una agenda para borrar la identidad tibetana rompiendo el canal básico de transformación cultural intergeneracional.
El informe también expone la expulsión forzosa y forzosa de nómadas y granjeros rurales tibetanos de sus tierras tradicionales desde 2001, que afecta al menos a 1,8 millones de personas. Los tibetanos desplazados se quedan con pocas opciones y no reciben compensación ni garantías de sus futuros ingresos o empleo. Las afirmaciones de «consentimiento» del gobierno chino contradicen la investigación que muestra que las familias son coaccionadas mediante el cierre de escuelas locales, visitas frecuentes, amenazas de funcionarios y otras medidas.
Las recomendaciones también plantean preocupaciones sobre la interferencia del PCCh en el budismo tibetano. El PCCh busca cooptar la religión exigiendo lealtad al partido y controlando las instituciones religiosas en todos los niveles. Esto incluye apoderarse de la gestión financiera de los monasterios, aprobar a los líderes religiosos e imponer una censura generalizada. La simple desviación de las estrictas políticas del PCCh da como resultado penas severas, y los presos políticos tibetanos son sometidos a torturas y malos tratos rutinarios, lo que a menudo resulta en la muerte poco después de su liberación. Además, los esfuerzos del PCCh para interferir con el proceso de reencarnación de los líderes espirituales tibetanos dentro y fuera del Tíbet violan gravemente el derecho a la libertad religiosa de los budistas tibetanos.
Muchos dicen que el próximo EPU en enero de 2024 brindará una oportunidad para que la comunidad internacional plantee estas preocupaciones y abogue por el cambio para proteger los derechos y el patrimonio cultural del pueblo tibetano.
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