En el fútbol, los momentos finales de una final suelen ser los mismos. Donde la alegría colectiva contrasta con la desesperación aislada, sin enfrentarse directamente. Los ganadores, sin saber hacia dónde correr, se abrazan sin cesar. A unos metros de distancia, los perdedores esconden el rostro entre las manos para ocultar las lágrimas. El viernes 9 de agosto, una oleada de jugadores españoles abandonó el banquillo para entrar en el Parque de los Príncipes. El portero Arnau Tinas acababa de servir el gol 5-3 de Sergio Camilo que aseguró el título olímpico. Fue un pase final, entregado con la mano, un gesto casi anacrónico en una época en la que los porteros generalmente preferían patear.
La selección francesa se secó rápidamente las lágrimas. “Esta medalla de plata pesa mucho”, dijo con una sonrisa Alexandre Lacazette, capitán del equipo francés y hermano mayor. Nadie esperaba gran cosa de él, salvo evitar el bochorno que ocurrió en Tokio hace tres años, donde el equipo quedó eliminado en primera ronda.
El optimismo de cara a este torneo olímpico era muy bajo: un gran número de jugadores estaban ausentes y sus clubes se negaron a participar, afirmó su entrenador Thierry Henry. Henry, que no estaba de humor para hablar de la falta de cooperación de algunos clubes franceses, dijo: “No entraré en ese tipo de discusiones. Intentamos formar un equipo y luchamos hasta el final. Hay reglas y yo. No soy yo quien las pone”.
Pero a pesar de todo esto, este equipo francés casi pierde de la nada. Al bajar del podio, los sentimientos de remordimiento seguían presentes, aunque el defensa Adrien Truvert admitió que “tenía muchas ganas de disfrutar de esta medalla”, la primera medalla para el fútbol francés desde la inesperada medalla de oro de Gilles Xereb en Los Ángeles en 2017. 1984. ¿Habrá un arrepentimiento eterno al volver a jugar esta caótica final, un partido en el que no hubo una narrativa ni un control claros, y que tanto valoran los entrenadores de hoy?
Fútbol caótico pero apasionante
Pero como puedes ver, estos jugadores franceses no controlan el juego, trabajan con pasión, inspiración a veces y locura en todo momento. No es casualidad que Henry los llamara «locos». Fue una locura remontar un 3-1 en contra ante un equipo capaz de ganarte en sólo 10 minutos de la primera parte. Dos goles llegaron gracias a los buenos ataques lanzados por la selección española, marcados por Fermín López (18).y25y) – Un recordatorio de que el fútbol es un negocio serio, que se construye con metodología y paciencia – seguido de un hábil lanzamiento de falta de Baena (28)y).
En esta final, Francia lideró durante siete minutos, gracias a que Tinas permitió un disparo inofensivo de Enzo Melo hacia la portería. Esos siete minutos parecieron allanar el camino para que Tinas, el portero suplente habitual del Paris Saint-Germain, tuviera un legado similar al de Luis Arconada. El nombre de Arconada se convirtió injustamente en sinónimo de «pifia», después de que se le escapara entre las manos un balón tomado por Michel Platini durante la final de la Eurocopa de 1984, también en el Parque de los Príncipes. Al igual que Arconada, que había sido excepcional durante todo el torneo antes de su error, la defensa de Francia era sólida e impenetrable, concediendo sólo un gol antes de perder el foco durante 10 minutos.
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