Los primeros ocho días de octubre se conocen en China como la “Semana Dorada”. El 1 de octubre de cada año, el gigante asiático celebra su Día Nacional con celebraciones oficiales, desfiles y grandes eventos. Este año ha sido un termómetro para la recuperación del dragón rojo, y ha asustado a los mercados: esta vez la economía no está brillando. Si bien los datos oficiales indican una recuperación del consumo superior a la de 2019, sigue siendo insuficiente para mantener el nivel de crecimiento al que está acostumbrada China.
Las fisuras de la economía del gigante asiático provocaron el pánico global entre los inversores. La crisis de la principal empresa inmobiliaria del país, Evergrande, así como los problemas de liquidez de un banco en la sombra que carece de la supervisión y supervisión de los bancos regulares, han asustado a los inversores que se habían entusiasmado demasiado temprano con la recuperación económica de China. La estricta intromisión del régimen de Xi Jinping y la falta de un banco central independiente siguen generando dudas sobre la verdadera salud del gigante.
Los inversores se preocupan por la economía. Según datos publicados el 13 de octubre, las exportaciones disminuyeron alrededor de un 6,2% en septiembre en comparación con el año pasado, frente al 8% esperado por los analistas, y las importaciones disminuyeron un 6,2%. Aunque ha llegado a la zona roja, ambos indicadores son más suaves que los indicadores de verano. Sin embargo, la inflación se mantuvo sin cambios. En septiembre, la tasa anual se mantuvo en el 0% (frente a las expectativas del 0,2%), mientras que el tipo base aumentó un 0,8%. Si hubiera que ponerle un nombre a este escenario, los analistas consultados coinciden en uno: desaceleración.
Esta corriente de problemas indica el agotamiento del modelo de crecimiento de China, que se basa en las exportaciones y la acumulación de capital. Michael Pettis, miembro del Carnegie Endowment y experto en asuntos de China, explica que a partir de 1980 el gigante asiático implementó un modelo de desarrollo basado en la inversión, especialmente en vivienda e infraestructuras, y un elevado ahorro. A pesar de su éxito hace tres décadas, los problemas comenzaron a surgir hace unos 10 o 15 años. China ha aumentado el nivel de inversión hasta tal punto que la economía ya no puede absorberla productivamente. Desde entonces, como hemos visto en otros países, su crecimiento se ha visto impulsado por el aumento de la deuda. Scope Ratings estima que la deuda pública de China alcanzará el 147% del PIB en 2027.
En los últimos años, los líderes han intentado alejarse de este modelo y acercarse a un modelo centrado en el consumo. Pero la pandemia detuvo su intento. Las exportaciones fueron una fuente importante de crecimiento para el país durante la crisis del virus Corona, pero la desaceleración de la demanda global debilitó la recuperación de China y las expectativas del mercado. Sin embargo, Luis Pinheiro, economista de Caixa Bank Research, cree que la posición global de China ha llegado a su límite, especialmente debido a las tensiones geopolíticas con Estados Unidos y la eurozona, y ya no puede ser el principal motor del crecimiento. Por otro lado, la extraordinaria dependencia de China de las inversiones en bienes raíces e infraestructura representa hoy el mayor desafío.
Crisis inmobiliaria
El sector inmobiliario representa alrededor del 15% del PIB de China, pero contribuye indirectamente con más del 30%. Además, representa el 20% del empleo urbano y ha sido el vehículo de inversión más importante de la población, porque representa alrededor del 70% del total de los activos de los hogares, según Mali Chevakul, economista de mercados emergentes de J. Safra Sarasin Sustainable AM. Pero la crisis de Evergrande y la más reciente de Country Garden han dejado al descubierto los límites de este sector.
Cuando Evergrande, que alguna vez fue la principal inmobiliaria del país, entró en default en 2021, comenzaron a aparecer las primeras grietas en el sector. El gobierno de entonces restringió el acceso a la financiación bancaria para los promotores con un alto nivel de deuda, bajo el lema del gobierno de Xi Jinping: «Vivienda para vivir, no para especular». El pasado mes de agosto, Evergrande se declaró oficialmente en quiebra en Estados Unidos para evitar la prohibición de sus activos.
Además, Country Garden, el principal promotor del país, anunció a finales de agosto unas pérdidas de 6.345 millones de dólares en el primer semestre de 2023. No se trata de casos aislados. Según Bloomberg, de 38 promotores inmobiliarios estatales registrados en Hong Kong y China continental, 18 registraron pérdidas en el primer semestre del año.
La crisis inmobiliaria es importante para la estabilidad financiera del país, ya que las deudas del sector representan alrededor del 25% de los activos bancarios, casi la mitad de los cuales están vinculados a las administraciones locales. Los gobiernos municipales, que obtienen su principal fuente de ingresos de la venta de terrenos para el desarrollo de nuevas viviendas, están actualmente agobiados por la deuda. Además, los edificios sin terminar preocupan a los compradores de viviendas que han pagado por adelantado, al tiempo que alejan a los compradores potenciales, socavando la confianza en el sector. Y los datos lo confirman: las ventas han bajado un 30% y las nuevas construcciones han bajado un 60% desde 2021. Los precios de las viviendas también han bajado entre un 10% y un 20% en muchas ciudades, según Goldman Sachs.
Hasta ahora, las respuestas han sido soluciones a corto plazo. El sistema ha trabajado para mejorar la demanda de vivienda al aliviar las restricciones a la compra de viviendas y reducir el pago inicial mínimo para compradores por primera vez al 20% y al 30% para compradores por segunda vez. Además, se han reducido los intereses de las hipotecas existentes para primera vivienda.
Además del sector inmobiliario, el otro gran riesgo actual reside en el sistema bancario paralelo debido a la falta de liquidez. Hace dos meses, una de las mayores empresas de gestión de activos del país, que tiene una importante exposición al sector inmobiliario, informó a sus inversores de la necesidad de reestructurar su deuda y dejó de pagar a los inversores. Se estima que las entidades en la sombra mueven alrededor de 3 billones de dólares en China.
Reto del consumo
El cambio hacia un modelo de crecimiento basado en el consumo es uno de los principales desafíos que enfrenta el Dragón Rojo, porque siempre ha estado respaldado por un nivel muy alto de ahorro de los hogares. “El desequilibrio más significativo es la demanda interna extremadamente débil de China, impulsada por la relación consumo/PIB más baja de la historia”, dice Pettis. La falta de sistemas públicos de salud y de jubilación ha llevado a los ciudadanos a guardar su dinero debajo del colchón, anticipando futuros disturbios.
El gobierno de Xi Jinping se ha mostrado reacio a la posibilidad de introducir un Estado de bienestar y conceder cualquier tipo de ayuda estatal o subsidio a los ciudadanos, ya que prefiere apoyar a las empresas para generar empleo e incrementar indirectamente los ingresos de los hogares.
Sin embargo, en sus discursos oficiales, el régimen indica implícitamente que asumirá un nivel de crecimiento más bajo –como el objetivo actual del 5%– pero de mayor calidad. En marzo pasado, el Primer Ministro Li Qiang declaró que «la mayoría de la gente no monitorea el crecimiento del PIB todo el tiempo. Lo que más les importa son las cosas que suceden en su vida diaria».
Mercado internacional
Las consecuencias de la desaceleración económica de China dejan pocas dudas entre los analistas. La debilidad del país, que aporta el 20% del PIB mundial, provocará una desaceleración del crecimiento global. Las últimas estimaciones oficiales sugieren que cada punto menos de crecimiento en China implica una caída de entre 0,1 y 0,4 puntos porcentuales en el crecimiento de la zona del euro. Carlos Casanova, economista jefe para Asia de Union Bancaire Privée, añade que la desaceleración también afectará al comercio internacional, arrastrando a otras economías que dependen de la demanda china para sus exportaciones, como Alemania.
Además, las expectativas de los inversores sobre las perspectivas de ingresos de las grandes empresas multinacionales que obtienen una parte de sus beneficios en China pueden provocar una caída. Esto se traduciría en una caída de los precios de los activos en los mercados, como ocurrió en los últimos meses con el sector europeo de artículos de lujo.
Por otro lado, los expertos siguen discutiendo las repercusiones de la crisis en el sector inmobiliario. Los más optimistas la consideran una “crisis local” con un impacto directo moderado en los mercados. A pesar de ser la segunda economía mundial, China no tiene una conexión muy estrecha con los mercados financieros globales a diferencia de Estados Unidos, por ejemplo. “Se estima que los inversores chinos poseen el 5% de los activos y pasivos globales, muy lejos del tamaño de la economía china”, explica Pinheiro.
Asimismo, el economista recuerda que la crisis de Evergrande no es nueva y aún no ha creado grandes perturbaciones en los mercados. “El mercado internacional de bonos en China, especialmente en el sector de la construcción y el inmobiliario, ya excluye una probabilidad muy alta de impago para una gran parte de los promotores”, explica.
Los inversores no deben preocuparse de que la crisis se extienda internacionalmente, porque el escenario actual es muy diferente al que se vivió durante la crisis financiera de 2010. En aquel momento, en España, los bancos financiaban hipotecas mediante la emisión de deuda en el extranjero y de repente se encontraron sin liquidez debido a Falta de confianza de los inversores. En China, en cambio, la financiación del sector inmobiliario proviene de los hogares, algunos bancos y emisiones de deuda, pero no es financiación externa, según Alicia Herrero, economista jefe para la región Asia-Pacífico de Natixis. “La caída de la oferta de vivienda es más lenta que en España, porque mientras aquí nadie puede financiar un solo proyecto, en China los promotores estatales están comprando terrenos y tienen efectivo”, afirma.
Pettis también descarta una crisis financiera en China. Es más, cree que enfrentará un «ajuste lento y prolongado» como el visto en Japón después de 1990, con un impacto limitado pero desigual en los mercados. “Los países y sectores que se han beneficiado de los crecientes niveles de inversión en China, como los productores de bienes de capital o materias primas industriales, se verán gravemente afectados por la fuerte caída de la inversión, mientras que aquellos que se han beneficiado del consumo chino, como los productores de Los bienes de consumo y las industrias manufactureras se verán gravemente afectados por la caída”. Fuerte inversión. Concluye que las materias primas agrícolas tendrán un buen desempeño.
Algunos pesimistas creen que reventar la burbuja podría tener consecuencias nefastas. Virginia Pérez, directora de inversiones de Tressis, cree que la quiebra de Evergrande podría contagio al sector y provocar problemas financieros en la industria. Además, generaría más aversión al riesgo y pérdida de confianza en los mercados.
Los ojos de los inversores están puestos en los últimos datos macroeconómicos de China. Sugerirá si el Dragón Rojo está en camino de convertirse en un Cisne Negro.
Japonización de China
Los inversores esperan con impaciencia el fin de la política libre de coronavirus de China y la recuperación de los viajes internacionales. Pero el impulso del gigante asiático no ha mejorado. Ante los datos que indican una desaceleración de la economía, los analistas apuntan a la posibilidad de una japonización de la economía china, lo que significaría un período de bajo crecimiento y bajos tipos de interés, como ocurrió en Japón en los años 1990. Vladimir Olenikov, analista jefe de CFA, y Christoph Siepmann, economista de Generali Investments, identifican las similitudes.
Mercado inmobiliario: El nivel de inversión inmobiliaria, las ventas de bienes inmuebles y los precios de la vivienda se contrajeron significativamente, como ocurrió en Japón. Sin embargo, los impagos estimados en este sector hasta ahora parecen más aceptables para los bancos, y el gobierno chino ejerce un control mucho mayor sobre los precios, los promotores, los bancos y las necesidades de desapalancamiento.
Inflación económica: En julio, el índice de precios al consumo de China cayó un 0,3%. Aunque aumentó un 0,1% en agosto, en septiembre se mantuvo sin cambios en el 0%. Los analistas interpretan estos datos como un síntoma de un problema de deflación a largo plazo, como el que Japón ha presenciado en las últimas décadas.
Demografía: La proporción de personas mayores de 65 años era del 12,7% en Japón en 1991, un porcentaje similar al de China en la actualidad. Al igual que Japón, China se enfrenta a una rápida disminución de la población en edad de trabajar y, por tanto, a una disminución de la productividad de la economía.
Deuda/PIB: La relación deuda/PIB del sector privado no financiero de China alcanzó el 220% del PIB a finales de 2022, superando la de Japón en 1990, que era del 202% del PIB.
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