Toma tu escoba, ponte tu sombrero de bruja, es hora de viajar al encantador pueblo de montaña de Soportogar.
El pueblo, situado en el corazón de la Alpujarra, pronto se hizo conocido como el pueblo de los sentimientos espeluznantes en España.
Una especie de parque temático construido sobre «brujas» (brujas), la idea fue puesta en marcha por miembros del Ayuntamiento de Soportujar en 2006 para fomentar el turismo.
Comenzando con una encantadora cueva y una fuente, nunca podrían haber imaginado su éxito desenfrenado, ahora compitiendo con la Ciudad de los Pitufos en Málaga, o Júzcar, o el destino de arte al aire libre de Genalguacil.
El nombre Soportujar significa «lugar de los soportales» y hace referencia a las callejuelas y callejuelas (tinaos) típicas de La Alpujarra.
Pero también ganó un guiño a la brujería durante el siglo XVI, tras la expulsión de los moros, cuando el rey Felipe II repobló el pueblo con familias del norte de España, en su mayoría de Asturias y Galicia.
Según la leyenda, estas familias trajeron sus propias costumbres paganas, que incluían la celebración de reuniones de brujas, lo que llevó a que se las llamara «brujas».
Es con esto en mente que el pueblo, con una población de 270 habitantes, decidió lanzar su primera Feria del Imbrogo (galería del encanto) en 2009.
Celebrado en agosto, atrae hasta 20.000 visitantes, mientras que el pueblo suele atraer alrededor de 6.000 visitantes a la semana.
Hoy acuden en masa a visitar una serpiente que emerge de una pared, la casa de Hansel y Gretel, y una muñeca bruja, Baba Yagá. La casita pintoresca encaramada en enormes muslos de pollo es algo especial para los visitantes.
“Definitivamente ha creado un verdadero centro de turismo, que nos ha visto crecer de tres empresas en 2017 a 26 empresas en 2022”, explicó Jesús Martín del municipio de Soportojar.
Sin embargo, los lugareños en general están complacidos de que el proyecto haya ayudado a detener una tendencia que ha visto a la aldea agotar a sus residentes durante décadas.
Supervivencia
La iniciativa animó a 30 personas nuevas a mudarse a la aldea y luchar contra una población que envejece con un número reducido de niños en edad escolar.
Yolanda Lemos, de La Cantina del Dragón, agregó: “Mi restaurante se construyó sobre esta base. Empecé con una pequeña tienda y terminé comprando la casa y ampliando el negocio a un restaurante.
«Es fantástico que la población haya dejado de disminuir, se han creado muchos puestos de trabajo y ahora hay esperanza de que la escuela no cierre. Se ha permitido que el pueblo sobreviva y los jóvenes han decidido vivir y trabajar aquí».
José Antonio Álvarez, quien dirige la tienda de souvenirs El Manjar Brujo, agregó: «Es muy bueno para mí, porque tengo un sitio donde camina mucha gente y hay mucho comercio».
Y ahora la ciudad tiene planes más grandes para el próximo año con algunos grandes y necesarios proyectos de infraestructura.
Jesús Martín dice: «Para 2023, se espera un cambio importante, con 1,7 millones de euros para mejorar las infraestructuras, como un mejor estacionamiento y una mejora en el entorno natural. Los residentes ya tienen un nuevo gimnasio, piscina y más por venir».
«La mayoría de los vecinos están contentos de ver su pueblo lleno de gente. Poco a poco van aceptando que el turismo es el nuevo futuro de Subortogar».
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