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El panorama político español se enfrenta a la agitación

El panorama político español se enfrenta a la agitación

El fútbol divide a España como ninguna otra cosa. Animas al Barcelona o animas a los jugadores del Barcelona. Si estás en Madrid animas al Real Madrid, al Atlético de Madrid o al equipo contra el que juegue.

También lo es la ciudad de Madrid. Tomemos como ejemplo el Paseo de Prado, un amplio bulevar bordeado de instituciones históricas y nacionales a cada lado. Y a unos 150 metros, en un extremo se encuentran las Fuentes de Sibeles y en el otro Neptuno. Dependiendo de si el Atlético o el Real Madrid han ganado un partido, centenares de miles de aficionados acuden a sus respectivas fuentes. Real Madrid en Cibeles, Atlético en Neptuno.

El sábado, el Paseo de Prado y las dos fuentes se contaban por cientos de miles. Pero, en sus mentes colectivas, no había nada de qué alegrarse. No, en cambio estaban indignados -y unidos- en su creencia de que eran queridos por España al borde de un error histórico y grave: uno que llevaría a los separatistas catalanes procesados ​​penalmente y condenados por traición y otros delitos políticos graves. Para romper a España.

El estilo de fútbol fluido del Barcelona no es lo único único. No, si una pequeña mayoría de los 7,6 millones de personas que consideran la segunda provincia más rica de España se salen con la suya. Cataluña será independiente.

Suposiciones y supuestos

Durante las últimas dos décadas, los plebiscitos y plebiscitos han seguido intentando declarar independiente a la provincia.

España, como ven, es una nación de 19 regiones separadas, cada una con sus propias asambleas que supervisan las leyes locales y regionales, el medio ambiente, la prestación de atención médica (y el gobierno federal en Madrid) al mismo tiempo que supervisan la seguridad y la economía. Esas reuniones abordan gran parte de la administración cotidiana de la región, incluida la política exterior, la inmigración y la dirección general de la mayoría de los temas. Cataluña tiene su propia lengua (el vasco y Galicia, por ejemplo) y aspira a ser independiente.

Cada vez que se ha celebrado un referéndum, el Tribunal Constitucional español lo ha declarado inválido. España, según sus leyes nacionales, no puede quebrarse. Para la mayoría de los españoles lo es y lo será.

Es por eso que los separatistas catalanes están decididos a seguir adelante con su campaña independentista, dispuestos a señalar que Cataluña nunca obtendrá el reconocimiento que necesita y merece mientras siga siendo parte de una nación muerta en contra de su destino histórico. Sí, hay muchos supuestos y presunciones en esa frase anterior, pero los segregacionistas no se dejarán disuadir de seguir su propio camino, cualquiera que sea la ilegalidad actual de su argumento constitucional.

Además, cualquier intento de declarar independiente a Cataluña sin la autoridad adecuada no sería reconocido por la mayoría de las democracias del mundo. ¿El reconocimiento de Corea del Norte y Siria cuenta para algo?

Durante la última década, la apremiante cuestión de cómo abordar la cuestión catalana ha gravado a los sucesivos gobiernos españoles, ya sean conservadores bajo el liderazgo de Mariano Rajoy y su Partido Popular de 2011 a 2018 o conservadores bajo los socialistas y sus socios de coalición y Pedro Sánchez. . , a partir de 2018.

Rajoy era primer ministro cuando los catalanes intentaron celebrar su último referéndum ilegal. También presidió las votaciones anteriores al inicio de su mandato. Fue criticado por no enviar el referéndum al Tribunal Constitucional hasta que se contaran los votos: los federalistas ignoraron el proceso y el tribunal declaró inválido el voto porque, como se indicó anteriormente, no había ningún proceso legal. El resto de España.

En octubre de 2017, los separatistas intentaron celebrar otra votación y Rajoy optó por la vía legal, y los organizadores advirtieron que podrían enfrentar cargos de traición y prisión si seguían adelante. Sin inmutarse, la votación siguió adelante, los votantes federales boicotearon el proceso y cientos fueron arrestados.

Carles Puigdemont, el líder separatista en ese momento, huyó a Bélgica después de liderar un fallido intento de secesión, otros fueron encarcelados y alrededor de 400 personas que ocupaban diversos cargos en el gobierno catalán, la policía y los partidos políticos fueron llevados ante los tribunales.

Cataluña está profundamente dividida

El gobierno de Rajoy siguió envuelto en escándalos de corrupción. Con Sánchez como líder de los socialistas, organizó delegaciones vascas y catalanas en Madrid para oponerse al presupuesto de Rajoy. Después de unos días tensos y de acuerdos políticos de ida y vuelta, el gobierno de Rajoy cayó, Sánchez se convirtió en primer ministro y su amplia coalición ganó un mandato de cuatro años en las elecciones generales.

Sánchez ha demostrado ser un jugador dispuesto a sacrificar principios para obtener el resultado que desea. Lo hizo para deshacerse de Rajoy y ahora lo vuelve a hacer.

Apostó a convocar elecciones generales en pleno verano español, cuando las temperaturas alcanzan los 45 grados centígrados y la política es lo último en lo que piensa la gente. El PP conservador y el partido de extrema derecha Vox no lograron obtener una mayoría, como lo había predicho Sánchez. El miércoles pasado, Sánchez regresó formalmente al poder en Madrid. El precio por hacerlo fue un pacto fáustico de los separatistas catalanes para recibir amnistía para los aproximadamente 400 condenados por su papel en el proceso ilegal del referéndum.

Para muchos españoles –más de un millón en las calles de todo el país el sábado pasado– el proyecto de ley de amnistía es demasiado. Los traidores son traidores y su acto ilegal de intentar quebrar a España no debe ser tolerado.

Esta es una pregunta difícil. Si no se avanza de alguna manera, la cuestión catalana ocupará un lugar central en la política española. En el futuro, la cuestión catalana ocupará un lugar central en la política española.

Sin embargo, Sánchez siente que puede regresar al negocio que dirige si llega a un acuerdo. Ésa es la primera regla de la política. Quién sabe dónde va a terminar esto. Pero la cuestión del futuro del catalán en España no desaparecerá pronto. Este es un juego que se repetirá muchas veces.