Este episodio del evangelio sobre 10 leprosos que le suplicaron a Cristo que los sanara nos enseña la lección de que siempre debemos acudir a Dios, especialmente cuando nos encontramos en dificultades. También nos recuerda que siempre debemos estar agradecidos con él por cuidarnos siempre. (Ver Lucas 17, 11-19) Estas dos actitudes deben ser instintivas para nosotros.
Tenemos que aprender a lidiar con las cosas difíciles e imposibles en nuestras vidas. Recordemos que mientras estemos aquí en la tierra, tenemos que lidiar con todo tipo de dificultades, pruebas y tentaciones.
Y como si esto no fuera suficiente, también tenemos que aceptar el hecho de nuestra fe que nos dice que nuestro objetivo es perseguir un objetivo sobrenatural que ciertamente no es alcanzable simplemente con nuestros poderes humanos, sin importar cuán especiales puedan ser. ser. .
El secreto es siempre ir y estar con Dios por medio de Cristo en el Espíritu Santo que puede hacer posible lo imposible. En todos nuestros asuntos y situaciones en la vida, siempre debemos acudir a Dios para buscar Su ayuda y guía, confiando en Sus caminos y Su providencia, incluso nuestras oraciones y nuestras solicitudes parecen no ser respondidas, si no contradictorias.
Esta debería ser la posición que debería ser. Es una actitud que solo puede indicar nuestra fe y amor incondicionales por el Dios que siempre tiene el control de las cosas, y al mismo tiempo también puede dejarnos en paz y alegría incluso en el peor de los eventos.
Solo tenemos que recordar que Cristo nunca nos abandona y, de hecho, es bastante rápido para ofrecer nuestra ayuda, aunque en formas que, al principio, no nos demos cuenta, tal como en la historia de los dos discípulos en su camino a Emaús. . (cf. Lucas 24:13-25)
No debemos permitir que los sentimientos de tristeza se vuelvan tan abrumadores y penetrantes que bloqueemos las muchas ya menudo misteriosas formas en que Cristo nos ayuda. Si no ponemos un obstáculo voluntario en los caminos de Cristo, siempre hay esperanza. En nuestros momentos más oscuros, siempre habrá alguna luz que penetre y ahuyente la oscuridad.
Al mismo tiempo, siempre debemos tener en cuenta que debemos estar agradecidos con Dios por cualquier regalo, bendición o favor que Él nos dé. Debemos tener cuidado con nuestra tendencia a dar por sentado este deber. Como se muestra en este evangelio de los diez leprosos que fueron sanados, solo uno vino a agradecer a Cristo que estaba preocupado de que los otros nueve no se molestaran en agradecerle.
Necesitamos hacer todo lo posible para nutrir esta mentalidad de agradecimiento constante. Tenemos que hacer esta tarea a propósito, dado el efecto irritante de las alergias por el frenesí de actividades y otros miedos con los que nos bombardea nuestro mundo moderno.
La gratitud es una parte esencial de nuestra relación con Dios. Es la respuesta adecuada que damos al ver el constante cuidado y preocupación que Dios nos da. Nos hace apegarnos a la realidad de nuestras vidas. Nos impide inventar un mundo separado de su Creador y de los demás.
Cuando damos gracias, abrimos nuestro corazón a las obras de la gracia y la bondad innata que vienen con nuestra naturaleza, al menos esa parte que no se ve afectada por el pecado. En cierto modo, la gratitud es el idioma principal del corazón. Es una gran expresión de amor.
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