Al discutir la necesidad de una nueva estructura financiera, Michael Crick (Opinión, 31 de mayo) enfatiza la necesidad de garantizar una “representación justa y equitativa”.
Si bien señala con razón “la necesidad de amplificar las voces de los países subrepresentados”, también es esencial que las generaciones futuras tengan voz en el actual proceso de toma de decisiones porque su bienestar se ve más amenazado por la desaceleración en la implementación de los compromisos climáticos.
Esto podría lograrse de varias maneras: por ejemplo, exigiendo que cada país designe a un único director responsable de velar por los intereses de las generaciones futuras y representarlas en los directorios del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Además, es posible que se exija a las propias organizaciones que incluyan una evaluación clara de cómo cualquier propuesta presentada a sus juntas directivas afectará a las generaciones futuras.
A la luz de los riesgos que las políticas actuales plantean para las generaciones futuras, varios países están explorando cambios constitucionales que integrarían sus intereses en el proceso de toma de decisiones. En algunos lugares se han implementado reformas con este fin. Es importante que estos cambios también formen parte de la reforma de la arquitectura financiera internacional.
Francisco Stewart
Profesor emérito de Economía del Desarrollo, Universidad de Oxford, Oxfordshire, Reino Unido
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